Los profesores de la universidad utilizan la primera clase del semestre para fijar las reglas de juego, dan una breve presentación del curso, determinan fechas y temas para los exámenes parciales, proponen bibliografía, llaman a lista, dan el correo electrónico y algunos, incluso, ofrecen el teléfono celular; hablan cháchara un rato y, al finalizar, no falta el que formula algunos consejos: “Pregunte lo que no entienda, no se distraiga, venga a clase" y el más común de todos: “estudie para la vida, estudie para aprender.” ¡Patrañas!
Comienza a correr el semestre y no falta el alumno obediente que comienza a practicar el aforismo que le entregó su profesor: lo más importante es aprender.
Se acercan las fechas de los exámenes y mientras el alumno obediente estudia los libros y la teoría, sus compañeros se van de derechito a los ejercicios, a la práctica. Mientras él invierte horas de paciencia y estudio tratando de aprender, es decir, tratando de entender los conceptos para luego aplicarlos, por otro lado sus compañeros no dudan en pasar por encima de las definiciones y en ir directo a los ejercicios, adiestrando el dedo en la calculadora, buscando resultados y verificando respuestas en las últimas hojas del libro.
Pasa el tiempo, se presentan los exámenes, y al recibir la nota, Ellos ganan y Él pierde. Sin embargo cuando el alumno obediente les preguntaba la diferencia conceptual entre una y otra ecuación, ellos no saben contestar. La cuestión es que los demás han sido más pragmáticos y no han complicado el estudio. Simplemente resolvieron los ejercicios, con las ecuaciones propuestas, así no entendieran algunas definiciones e interpretaciones. Mientras el resto estudiaba, llenando hojas con ejercicios resueltos, el alumno obediente se rascaba la cabeza preguntándose qué diablos significa “el radio de giro”. Una ecuación que nada tiene que ver con el radio, ni con el giro. Es verdad que, al hacer el cálculo, hallaba un número. Pero no lograba interpretar su resultado. Tampoco pudo entender el “producto inercial”, un extraño resultado que, para ir diciendo lo más grave, ningún libro, ni profesor, supieron explicar, cualquier sentido que tuviera, físico o lógico. Pero no sólo eso. Este es el día en que el alumno obediente no sabe explicar cuál es la jodida diferencia entre corriente eléctrica y voltaje. ¿Qué significado tiene una gráfica donde el voltaje es la variable dependiente y la corriente eléctrica la variable independiente? Y ¿Qué significa que la relación de estas dos es la resistencia? ¡Qué fastidio! Es increíble cómo se logra complicar el estudio de la Ley de Ohm. Una ley que, a ojos de cualquiera, es una ridícula ecuación.
Algún profesor dirá que estas preguntas se pueden contestar sin mayores problemas. Es verdad. Pero es innegable que se pierde mucho tiempo tratando de resolverlas. Y lo peor de todo es que, para ganar los parciales, donde el profesor evalúa con ejercicios prácticos, estas claridades no se necesitan para nada. Eso es lo curioso: que así el alumno obediente se mate tratando de entender la teoría, los conceptos y las interpretaciones, esa claridad, a la hora de la evaluación, no sirve de nada para subir la nota.
Para aprender de verdad se requiere tener tiempo. Pero el tiempo es lo menos que se tiene en una carrera universitaria. Por algo se habrá llamado “carrera”. Y como en cualquier carrera, todo tiene que hacerse rápido, con agilidad y en el menor tiempo posible.
Finalmente el alumno obediente, en su intento de “estudiar para la vida”, perdió el semestre. Y se dio cuenta de una característica muy importante en el estudio de la universidad: se pueden ganar las materias sin que se entiendan sus conceptos. Entonces para qué matarse tratando de entender si lo que se necesita es ganar la carrera y obtener el título. Por eso reacomodó el aforismo y lo practica de la siguiente manera: “lo importante no es aprender, sino ganar”.
Comienza a correr el semestre y no falta el alumno obediente que comienza a practicar el aforismo que le entregó su profesor: lo más importante es aprender.
Se acercan las fechas de los exámenes y mientras el alumno obediente estudia los libros y la teoría, sus compañeros se van de derechito a los ejercicios, a la práctica. Mientras él invierte horas de paciencia y estudio tratando de aprender, es decir, tratando de entender los conceptos para luego aplicarlos, por otro lado sus compañeros no dudan en pasar por encima de las definiciones y en ir directo a los ejercicios, adiestrando el dedo en la calculadora, buscando resultados y verificando respuestas en las últimas hojas del libro.
Pasa el tiempo, se presentan los exámenes, y al recibir la nota, Ellos ganan y Él pierde. Sin embargo cuando el alumno obediente les preguntaba la diferencia conceptual entre una y otra ecuación, ellos no saben contestar. La cuestión es que los demás han sido más pragmáticos y no han complicado el estudio. Simplemente resolvieron los ejercicios, con las ecuaciones propuestas, así no entendieran algunas definiciones e interpretaciones. Mientras el resto estudiaba, llenando hojas con ejercicios resueltos, el alumno obediente se rascaba la cabeza preguntándose qué diablos significa “el radio de giro”. Una ecuación que nada tiene que ver con el radio, ni con el giro. Es verdad que, al hacer el cálculo, hallaba un número. Pero no lograba interpretar su resultado. Tampoco pudo entender el “producto inercial”, un extraño resultado que, para ir diciendo lo más grave, ningún libro, ni profesor, supieron explicar, cualquier sentido que tuviera, físico o lógico. Pero no sólo eso. Este es el día en que el alumno obediente no sabe explicar cuál es la jodida diferencia entre corriente eléctrica y voltaje. ¿Qué significado tiene una gráfica donde el voltaje es la variable dependiente y la corriente eléctrica la variable independiente? Y ¿Qué significa que la relación de estas dos es la resistencia? ¡Qué fastidio! Es increíble cómo se logra complicar el estudio de la Ley de Ohm. Una ley que, a ojos de cualquiera, es una ridícula ecuación.
Algún profesor dirá que estas preguntas se pueden contestar sin mayores problemas. Es verdad. Pero es innegable que se pierde mucho tiempo tratando de resolverlas. Y lo peor de todo es que, para ganar los parciales, donde el profesor evalúa con ejercicios prácticos, estas claridades no se necesitan para nada. Eso es lo curioso: que así el alumno obediente se mate tratando de entender la teoría, los conceptos y las interpretaciones, esa claridad, a la hora de la evaluación, no sirve de nada para subir la nota.
Para aprender de verdad se requiere tener tiempo. Pero el tiempo es lo menos que se tiene en una carrera universitaria. Por algo se habrá llamado “carrera”. Y como en cualquier carrera, todo tiene que hacerse rápido, con agilidad y en el menor tiempo posible.
Finalmente el alumno obediente, en su intento de “estudiar para la vida”, perdió el semestre. Y se dio cuenta de una característica muy importante en el estudio de la universidad: se pueden ganar las materias sin que se entiendan sus conceptos. Entonces para qué matarse tratando de entender si lo que se necesita es ganar la carrera y obtener el título. Por eso reacomodó el aforismo y lo practica de la siguiente manera: “lo importante no es aprender, sino ganar”.
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