Ilustración: Mónica Betancourt
El lenguaje carcelario está disparado unos kilómetros adelante del lenguaje común. Decir, por ejemplo, “mi mamá viene el domingo a las trece”, quiere decir que al patio acaba de llegar un sujeto con trece gramos de cocaína metidos en dedos rellenos hechos con condones, embuchados en el estómago, y que en menos de una hora, cuando vomite, se podrá vender la droga entre la gente de las celdas. Quien no entiende se jode y se queda sin merca. El lenguaje de la prisión es tema literario. Si se quiere sobrellevar la vida, hay que aprender a decir las cosas para que entiendan solo quienes tienen que entender, así todos escuchen.
Selección del taller de escritura en la cárcel en el Universo Centro N76: El día que me caí
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