Son las diez y media de la noche
y apagan la tv. Es hora de dormir y ambos están en pijama, acostados en una pieza
de la finca.
-Debería buscarse una mujer
que se parezca más a usted -dice ella.
- Vamos a dormir –dice él.
-Yo soy no para usted, ¿verdad?
-¿Otra vez, con eso, mujer?
-Porque usted es de una manera y
yo de otra.
-No quiero una mujer así, ¡te
quiero a ti!
-Pero somos muy distintos.
-Ya tuve esa experiencia con Catsé,
que era igualita a mí, y vivíamos compitiendo.
-Pero usted y yo no tenemos nada
en común.
-Pues sí, pero entonces, ¿por qué
llevamos tanto tiempo?
-Ni sé, pero con otra persona usted
tendría de qué hablar. Conmigo, usted solo habla de cosas de la casa.
-Pero… eso es porque vivimos
juntos… normal.
-¡Oigaaa! ¡No se duerma!
-Ya, mujer, dejemos eso para
mañana.
-Cuando vio a esa bailarina en la
tv, pensó en Teresa, ¿verdad?
-Ni sé.
-¡Usted sí sabes, no sea miedoso!
-¡Todos sabemos que soy un
miedoso!
-Esa mujer te gusta y te gusta
mucho.
-Tiene cosas bonitas, pero tú me
gustas más.
-¿Ves? ¡Lo sabía!
-Es bonita, solo es eso.
-Pero tiene piernas bonitas, cara
bonita, cabello bonito. Y supongo que se ejercita y cuida su dieta.
-Pues sí, es bailarina, ¿no?
-¿Hiciste el amor con ella?
-¡Por Dios, ¿Cómo se te ocurre?!
-¿Me puedes mostrar tu correo?
El hombre estira la mano, alcanza
su celular y ella se lo arrebata de un manotazo.
-Dame la clave.
-Para qué, igual la voy a cambiar.
-¿La va a cambiar?
-Pues… Lo que digo es que podría
cambiar la clave.
-¿Es que tiene mucho que esconder?
-No, para nada.
-Entonces ¿por qué tiene tanto
miedito?
-¡Vas a entrar al correo, o no!
-Deme la clave.
-¿Y tú me darás la tuya?
-Usted ya la tiene hace rato, no se
haga el bobo.
Ella abre el buscador en el
correo y digita con los pulgares, mientras él simula que se relaja. Ella no
encuentra nada raro.
-¿Ves…? no tengo nada.
-Espere.
-Vamos a dormir.
-¡¿Y esto qué es?! -Ella grita-. ¿Le
dedicó una canción?
-¡Pero mujer, cálmate! Solo se la
recomendé.
-Yo le quería mostrar esto, pero
yo he visto otras cosas.
-No entiendo.
-¿Y sabe qué? Eso no me importa.
-¿De qué estás hablando?
-No me importa que se haya
acostado con ella en la cama donde yo he dormido.
-No me acosté con ella.
-Ni que le hubiera bailado
flamenco en tacones y ligueros.
-¿Por qué dices eso?
-Ni que tenga un cuerpazo, ni ese
cabello dorado de reina, ni los senos rosados de salmón.
Ella hace con los dedos índice y
anular signos de comillas, citando alguna frase. El hombre se queda callado.
-Lo que me importa, y mucho, es
que ella está enamorada de usted. Y usted de ella. Si usted hubiera dejado las
vainas relajadas, sin amor.
La mujer comienza a llorar
desconsolada. El no sabe qué hacer. De repente, ella se levanta furiosa y va
hasta el armario. Saca el revólver calibre 22 corto. El hombre va detrás, pero
no puede detenerla. Ella le quita el seguro y le apunta.
-¡Ey, cálmate! -Y trata de aprisionarla
en un abrazo.
La mujer lo esquiva, lo empuja y se
recompone separando las piernas. Apunta llevando la pistola con las dos manos y
dispara contra el pecho del hombre. Uno, dos, tres tiros que lo dejan abatido. El
hombre cae boca abajo contra el piso de madera de la finca. La sangre comienza
a encharcar la habitación. El olor a sangre es asqueroso. En esas, entra la
niña a la pieza y ve toda la escena. Ambas tienen los nervios destrozados. Como
pueden, empacan sus cosas y se largan de ahí.
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