miércoles, 19 de enero de 2011

EDUCACIÓN A CAMBIO DE RELIGIÓN

Cuando les conté a mis hijas la historia del diluvio universal, esa atrocidad que cometió Dios contra el hombre, y el posterior pacto con Noe, las niñas me preguntaron cuál Dios era ése.

―El Dios más grande―, contesté.

―¡Ya sé!, ―saltó Abril―, es Poseidón.

―No, ―dijo Maria―, Poseidón es el dios de los mares. Thor es el Dios más grande.

Ambas intentaron varios nombres, y yo callado, sumamente preocupado, por la tormenta que se venía. Entonces me preguntaron: ¿Papá, ¿cómo se llama el Dios de dioses? La avalancha llegó y me revolcó. No supe contestar.

Nunca he cometido proselitismo religioso con mis hijas. Mientras menos tabús aprendan, serán más flexibles mentalmente. Alguna tía me reclamó: “tus hijas no tendrán una ética, ni valores morales, si no aprenden el amor a Dios.”
Lo que quiso decir la tía es que en esta modernidad, tremendamente violenta y vacía, uno tiene que armarse de valores morales para afrontar la vida con entereza y sufrir el menor daño posible. La tía tiene razón. Hay que educarse en la integridad. Pero el asunto es ¿cultivar a través de la religión, del mito, del miedo y la represión? Yo no lo creo así.

Sé que la vacuidad de esta sociedad se debe, en parte, a la tibieza moral y religiosa que reina por doquier. Pero sé que la sociedad podría renovar su integridad a partir de otras instituciones que no sean las iglesias.

El científico Rodolfo Llinás proponía el estudio de las ideas, una cosmogonía, para combatir la futilidad y agresividad de la sociedad actual. Claro está, un estudio serio, con profesores preparados para ello, contrario a lo que sucede hoy en día, donde los peores educadores están en la básica primaria y el bachillerato. Para la muestra un botón: el año pasado, la profesora de mi hija mayor, en la escuela Antonia Santos, dejó de tarea la lectura de La triste historia de la cándida heréndida. Una novelita de Gabo que cuenta cómo una abuela prostituye a su nieta. Se notó que la profesora ni siquiera había abierto el libro.

Pero siguiendo con la propuesta de Llinas, con el estudio de las ideas, se hace un pronóstico: si un estudiante estudia la historia de la ciencia, su origen y evolución, tal vez descubra lo maravillosa que es la vida y en general el universo. A pesar de que estas materias como biología, historia y física son parte del currículo de nuestros estudiantes no vemos mayores resultados en su sensibilidad. No es culpa de los contenidos, sino de quien los entrega. Un niño mal educado en la escuela no descubre la belleza y el valor de su entorno.

En vista de que somos tan fríos en el amor a Dios, si estudiamos arte, ciencia e historia, se podría llenar el vacío moral que la religión está dejando en nuestra sociedad.

Con una buena educación, y sin necesidad de la religión, ni miedo, ni represión, tal vez el estudiante, joven o viejo, recupere los valores éticos. Unos valores fundados en la conciencia del valor de la vida.

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