viernes, 3 de diciembre de 2010

LA POESÍA DE UN FUSIL AK (QUE NO ES 47)

En el marco de los 20 años del Festival Internacional de Poesía en Medellín, uno de los invitados viajó desde Turkmenistán, un desconocido país en Asia Central. El poeta Ak Welsapar, leyó versos en una de las ciudades con mayores índices de asesinatos en Latinoamérica y el mundo entero.





Un torrencial aguacero está cayendo en el teatro y una chica resiste de pie, cubriéndose con una capa blanca y una sombrilla negra. A sus lados, la imagen se repite: personas, capas, goteras y sombrillas. La localidad recuerda un teatro griego. A pesar del chaparrón, las gradas del Carlos Vieco están infestadas de gente. El público escucha poesía. Son las 3 pm del sábado 17 de Julio, la tarde es gris, y asistimos a la clausura del Festival Internacional de Poesía de Medellín. En la tarima, el poeta termina de leer y levanta su rostro:

―¡Muchas gracias por su resistencia! ―grita, en medio de la ovación― en Medellín, Prometeo robó el fuego.

El público saca las manos de los bolsillos y se las moja para aplaudirlo.

En la tarima, un gran alerón protege a los cien poetas que están sentados y evitan mojarse. Entre ellos hay un turkmeno, tiene 53 años y su pelo ensortijado recuerda al cantante argentino Piero, un Piero sin gafas. Se llama Ak Welsapar. Ak es periodista, poeta y fugitivo político. Turkmenistán, su país natal, está en Asia central y fue parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. En la década de los 90, Ak fue expulsado de su país a causa de las denuncias que hizo en contra del régimen. La historia de Ak es la historia de la URSS y de Turkmenistán. Sus artículos sobre los grandes problemas ecológicos de su país y la lucha por la libertad de expresión, fueron los motivos parar vetarlo. Viajó a Medellín desde Enköping, una tradicional ciudad escandinava, a 78 kilómetros al oeste de Estocolmo, Suecia, donde vive con su familia hace 16 años. Habla turkmeno, ruso, sueco y muy poco inglés. Sentado entre sus colegas en el teatro, Ak Welsaper respira con calma, sin entender ninguno de los poemas que se traducen al español. Ak tiene nombre de fusil. El AK-47 es uno de los fusiles más famosos de la historia: ha producido matanzas en varios países de África, Europa y América. Más de cincuenta ejércitos regulares lo usan y resulta imposible hacer una estadística de los grupos irregulares, paramilitares y guerrilleros que lo portan. Ahora en Ciudad Juárez, es una de las armas preferidas por los carteles. Cuando Osama Bin Laden aparece en vídeo en las montañas, sostiene un AK-47 como símbolo amenazador. Pero este otro Ak no dispara balas, lee versos. Sentado en el fondo de la tarima junto a otros poetas, Ak Welsapar espera su turno de lectura y mira al público que se baña en la lluvia escuchando poesía.





Hoy el Festival está cumpliendo 20 años y se están celebrando 184 actos, entre lecturas de poemas, cursos, paneles y conciertos. “Lo más difícil de organizar del Festival son los aspectos financieros, ―me escribió Fernando Rendón, director del Festival, en una entrevista por e-mail―, porque el evento es costoso y difícil de comprender para esta sociedad pragmática”. En 2009, el Festival contó con el premio Nobel Wole Soyinka, y a lo largo de estos años han venido Sanguineti, Takahashi, Gelman, Gonzalo Rojas, Pacheco, entre otros. “Al Festival han asistido muchos de los mayores poetas del mundo ―continúa Rendón― pero sobre todo los que no han sentido miedo”.

En el teatro continúa lloviendo, y los poetas que no le tienen miedo a Medellín se turnan para leer. La ciudad tiene fama de ser una de las más peligrosas del mundo. La guerra entre bandas tiene en jaque a las autoridades. Y si bien ha intentado librarse del espanto que dejó Pablo Escobar y su cartel de droga, en el último año la violencia se ha recrudecido. En 2009, a pesar de los 30 mil millones de pesos que el gobierno local invirtió para la reducción de la violencia, los homicidios estuvieron al borde de los 1500. Ahora en Julio, hay festival de poesía en los teatros y masacres en las comunas.

La lluvia no cesa y el público sigue de pie, soportando el agua en los pantalones. Continúa la poesía, los aplausos, el vino, las sombrillas y Ak Welsapar sigue sentado en el fondo de la tarima, rodeado de colegas, sin decir y sin entender palabra.

Lea la crónica en REVISTA CRONOPIOS
VIDEO DE AK EN LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

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