Tiempos nuevos, tiempos salvajes
Ilegales
La cárcel es un juego de
supervivencia, se gana un hermano y a la vez un enemigo, y en esa
decisión, por supuesto, comienza el acecho. No eran más que una banda
armada buscando un sitio en cualquier parte. Y aunque caminen nunca
llegarán. “Delincuentes juveniles ayer, hoy hombres peligrosos. Viejas
caras, nuevas caras, pero las mismas cabezas”.
En febrero desocuparon el patio
número cuatro. Para echarle un ojo desde arriba, bastaba pegarse a la
reja y ver la cancha. Corrió el rumor de que se utilizaría como patio
para mujeres.
Cuando llegaron, los muchachos
se fueron contra las rejas para gritarles e intentar saludarlas. Fue
todo un suceso. Estaban abajo, casi a setenta metros de distancia. No se
podían lanzar utensilios de aseo, drogas o puñales. Carlos Cebolla, el
cacique, estaba fascinado con una reclusa de pelo largo y negro que a lo
lejos se veía muy linda.
Al segundo día Carlos comenzó un
juego con una toalla de baño. Funcionaba como una tripa de plastilina.
Dibujó una letra contra la reja. Luego la otra y la otra. Lo llamó “el
chat”. Las reclusas muy rápido entendieron el procedimiento y comenzaron
a leer los mensajes. Ellas también utilizaron el mecanismo. Carlos
estaba feliz. Supo que se llamaba Camila, era de Bucaramanga y tenía
veintitrés años. Todos los días cruzaban mensajes por el chat. Pasaron
dos meses y decidieron solicitar el permiso para “la conyugal” y fue un
éxito.
Carlos aprovechaba para llevarle
una ración de marihuana en el dedo de un guante de látex. Para sortear
las requisas, tragaba el dedo y en la pieza, durante el encuentro lo
vomitaba. Ella lo introducía por la vagina y así franqueaba los
controles de los perros. Esa mujer no creía en nadie. Era la mujer del
cacique.
Según decía estaba acusada de
porte ilegal de armas, un caso menor. Eso decía. Carlos supo que ella
saldría muy pronto. Camila quedó en libertad y le prometió su amor y su
compañía. Al día siguiente de lograr su libertad, cuando salió de su
casa, la esperaban dos hombres en moto con pistolas. A mitad de cuadra
le metieron cuatro tiros y fue todo.
En las noches a Carlos le daba
por poner el tema de Ilegales: “Si no visito tu tumba, si no invoco a tu
fantasma, si no vivo en el pasado, si no tomo tu veneno, si no estoy en
el infierno, es solo que al final, todos somos traidores”. Y remataba
con otra canción: “Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma, eso
te salvará”.
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